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Que ya no quiero soñar

Quizás lo que les voy a contar sea un poco difícil de creer pero es la verdad. Es mi verdad. Cuando era adolescente y comencé a tener acceso al Internet, comencé a buscar información de diferentes cosas. Las redes sociales existían pero el uso que le daba en aquellos tiempos era simplemente buscar todo tipo de información y aprender.

En una de esas, comencé a buscar información sobre los sueños lúcidos porque me interesaba el tema. Aprendí una que otra cosa y la puse en práctica. Más adelante se comenzó a hablar de los famosos niños índigo y yo me iba de culetazo que yo formaba parte de esa generación y me identificaba con muchas de sus características. Ahora lo he dejado atrás como una fase de adolescente que tenía una gran necesidad de pertenecer y sentirse especial. El caso es que me topé con un profesor que fue de gran ayuda y me dio las herramientas para entenderme y aceptar que sí era algo diferente.

Luego de eso comencé la universidad y muchas otras cosas me hicieron alejarme de ese estilo de vida. Había comenzado a abrir puertas que no estaba segura quería abrir. Me cerré a ello y lo olvidé.

Comúnmente sueño muchas cosas que me han pasado en el día. Comprendo lo que son los sueños y su fin. Algunas veces se nos quedan caras y episodios del día que no tienen ninguna importancia o pasan desapercibidos y es en nuestros sueños que vienen a tener nuestra atención. De vez en cuando tengo sueños que aunque tengan un escenario irreal, suceden cosas que al despertar no logro borrar de mi mente. Con el tiempo aprendí que estos sueños que me impactan emocionalmente son presagios. Hay sueños muy buenos que me alegran la existencia y me hacen esperar ansiosa los días que vendrán. Hay otros no tan buenos que me dejan un mal sabor y me drenan completamente.

Hace unas noches atrás tuve un episodio de "pesadillas". Nunca me había pasado que tuviera tantas premoniciones juntas en una sola noche. Esto me ha llevado a un estado de tristeza del que no logro recuperarme. A veces me sirve para prepararme de antemano a las situaciones que tendré que pasar pero aún así, preferiría no tener que pasar por esto.

Mother Knows Best



Estaba en la clínica de veteranos y vi pasar una niña como de unos siete años pasar frente a mí. Yo estaba como siempre en mi mundo, cuello abajo, con la mirada bien metida en mi teléfono. Es un milagro que todavía no padezco del cuello, con esta postura que he adoptado. La cosa es que alcé la vista porque escuché esos pasos en tacones, muy raro de escuchar en la clínica donde todos los achacosos vamos en zapatos que vayan acorde con nuestras dolamas.

La vi caminando bien picúa y me hizo recordar mis tiempos de pre-adolescente. Creía que el mundo en efecto era mío, al menos eso me hizo creer 'Scarface' con su famoso "The World is Yours", junto con las enseñanzas de Papi Felix (mi abuelo paterno), quien me encaminó a creer que iba a crecer para ser una "super woman". Modestia aparte, sí soy una súper mujer pero debo admitir que no soy la "super woman" que venía a mi mente cada vez que mi abuelo me decía "Joanne, créeme que si te lo propones serás una "super woman.". Gracias a él, he llegado a hacer muchas de las cosas que he logrado. Digamos que él sembró su fe en mí a tal punto que tuvo frutos y me hizo creer en mí misma.

Hubo muchas situaciones que pude haber evitado si hubiera escuchado los consejos de mi madre. Quizás ni estuviera en esta silla sentada con tanto achaque. Recuerdo cada: "Siéntate derecha", "Despégate del televisor.", "No te trilles los dedos.". Señores, ha llegado ese momento en el que humildemente meto el rabito entre mis patas y doy la razón a mi madre. "Mother knows best, they say." Está en nuestra naturaleza querer llevar la contraria, demostrar que no porque ellos (quienes nos aconsejan) fallaron, nosotros también tenemos que fallar. Esto  no significa que no tenemos la capacidad para lograr lo que queremos pero ahora que soy madre, sé de lo que mami tanto me hablaba. Es puro instinto. 

En fin, la niña que caminó frente a mí me recordó una versión de mí que había olvidado. Claro, aún uso tacones pero no con tanta frecuencia. Mis problemas de la espalda no me lo permiten y ya me he acostumbrado a andar más pegada al suelo. Esto me hace sentir más segura y menos impredecible.

Yo la vi y pensé, "Esta nena no está muy chiquita para andar entacá?" Pero a esa edad uno quiere hacer lo que quiere, se siente grande y conocedor de las consecuencias de nuestros actos. Lo sé. Muchas veces mami me dijo "No hagas tal cosa que te vas a lastimar." Yo mirando de reojo me tiraba un "tsaa" incrédulo, hasta que finalmente tenía razón y tenía que tragarme la lengua con todo y malas crianzas.

Ahí están, mis dos figuras paternas: mi madre quien intentó y al día de hoy intenta protegerme de tantos dolores de cabeza y hasta del corazón y mi abuelo, un alma emprendedora que me empujaba a ser aventurera. Él se fue y me dejó con la certeza de que el mundo no era mío pero si yo me lo proponía podía conquistarlo. Ella, ella quiere que viva pero yo imagino la vida como una calle en la que viví en la en mis años de infancia: larga, hermosa. Ella me ha dejado recorrerla y yo camino y sé que si diera vuelta o simplemente mirara por encima de mi hombro, ella estaría parada a lo lejos, en medio de la calle velando que todo esté bien. De tan sólo pensar que algún día miraré y no estará se me hace un nudo en la garganta.

¿Quieren saber algo gracioso? Aún estaba en veteranos esperando que me atendieran, cuando de repente vi la niña pasar junto a mí. Esta vez no estaba caminando coqueta, ahora cojeaba. Ven, se los dije. Esos zapatos no son como para una niña de su edad. Es puro instinto.

Convivir a Medias Para Vivir

Ayer estaba hablando con una amiga de la infancia. De hecho, Anays fue la primera amiga que hice en la escuela. Al principio nos odiábamos. Ella era hermosa. Aún lo es. Tenía un cuerpo voluptuoso y llegó en aquel primer semestre de sexto grado con unos aires de grandeza que no se los quitaba nadie. Todos estaban contentos de verla y era que Anays ya había estado en esa escuela. Yo había llegado a esa escuela en quinto grado y por primera vez no me cambiaron de escuela al siguiente grado. 

—"¿Y esta que se cree?", pesaba cada vez que la veía entrar al salón. Ahora morimos de risa cada vez que recordamos esos tiempos. Nos volvimos inseparables y teníamos planes de conquistar el mundo desde algún salón de la intermedia. Todo eso cambió cuando la mamá de Anays se mudó para Estados Unidos y le puso sentencia a nuestra separación. Cuando nos graduáramos, ella se iría. Han pasado ya quince años y ni el tiempo o la distancia han sido capaces de hacernos olvidar nuestra amistad o el cariño tan grande que nos guardamos. 

Por tiempos hemos perdido contacto y entremedio hemos tenido varias relaciones amorosas (ella más que yo). Ella siempre fue bien "avispaita", como decía mi abuela. Quizás por haberse criado "allá afuera" su manera de ser es un poco diferente a la mía. 

Hace poco vino a Puerto Rico y logramos encontrarnos, después de casi 5 años de no vernos. Ella nunca conoció a ninguno de mis novios y esta vez la recibí con un galán. Ahora cada vez que me escribe, me pregunta por él. —¿Ya están viviendo juntos?, me preguntó. Esto me llevó a querer explicarle cosas que ella  quizás podría entender pero realmente no quería profundizar tanto y menos por textos. 

De universitaria, recuerdo que le decía a Ángel (un muy buen amigo), que yo no creía en el matrimonio y que no pensaba que quisiera convivir con alguien, siquiera. Entonces llegó el papá de Lex, con quien único he tenido una relación tradicional. Olvidé todo. Convivimos, nos casamos, formamos una familia. Un día desperté y me di cuenta que había roto el único voto que valía realmente, el que había hecho conmigo misma de no permitirme perderme en un hombre. Muchos factores contribuyeron a que no continuara con aquella relación pero sí, la razón principal era que me necesitaba de vuelta.

Ahora puedo confesar que estoy algo enamorada de aquel galán que Anays conoció, y aunque la ceguera que causan esos primeros meses en los que comienzas a salir con alguien, me hizo pensar que podría volver a intentar jugar a ama de casa y vivir en familia, la verdad es que no. No creo que quiera hacerlo. 

Pensando acá como las Juanas, digo, como las locas, ¿qué tiene de malo no querer convivir bajo el mismo techo? Todos merecemos tener ese espacio íntimo, tan íntimo que nadie, ni mami, ni papi, ni los niños, ni nuestros amantes, están permitidos. Me he dado cuenta que mis mejores relaciones son esas en las que la distancia (poca o mucha) nos lleva a ser mejores personas cuando estamos juntos. 

Entiendo que el tipo de persona que he logrado ser, sí porque esto que soy me ha tomado años construirlo, me permite tener una relación lo más normal posible. Convivir y compartir nuestro diario vivir, los conflictos que enfrentamos, nuestras alegrías, reír y resolverlo todo como pareja pero ambos bajo techos distintos. Siento que nos permite estar conectados como pareja y a la vez logramos mantenernos como individuos. 

El espacio en la pareja es algo muy saludable que algunas mujeres ven como una amenaza a la relación y entiendo que esto es un conflicto interno que éstas deben resolver. Muchos le conocen como inseguridad pero el espacio es algo muy saludable. Les invito a intentarlo.

Me encanta tenerlo cerca, compartir con él y formar poco a poco una vida en común pero también me encanta el saber que al final del día, ambos volvemos a nuestro espacio. Yo soy yo, con mis greñas paradas. Él es, él, no sé qué hace y lo respeto pues está en su tiempo y su espacio. Esto no significa que nos amemos menos. ¿Dije amemos? 

En fin, esto nos da la oportunidad de reservarnos nuestros peores momentos, nuestras malas costumbres y todo esto que quebranta las relaciones y muchas veces las lleva a la cotidianidad, finalmente contribuyendo a que se desvanezcan en el día a día. No es que así quiera ocultar mi peor cara, él me ha conocido en mis peores momentos, mis ñoñerías extremas, mi peor cara de catarro y mis momentos de pantera enfurecida gracias al PMS. Prefiero convivir "a medias", ratitos intensos que valgan más que vivir con él bajo el mismo techo. ¿Acaso no merecemos sacarle el jugo a nuestra mejor versión? 

Quizás en un futuro piense distinto porque somos seres cambiantes y eventualmente nuestras necesidades como individuo y quizás como pareja cambien, ¿pero hoy? Hoy lo amo a distancia y me gusta extrañarle porque sé que pronto vendrá.

Cuando Yo Sea Grande...

El próximo mes cumplo mis 28 años y todavía es la hora que utilizo la frase "Cuando yo sea grande...". Dicen que para ser quien deseas ser, nunca es tarde pero si me permiten ser honesta, mi vida no es nada de lo que planeaba fuera cuando me visualizaba a los 5 años.

Hace unos días estuve con Lex en el hospital porque tenía fiebre. Cuando me estacioné vi que en el carro de al lado había un ex-compañero de clases de cuando estudiaba Ciencias Biomédicas en la Interamericana. Estaba vestido con sus "scrubs" e inevitablemente pensé en mí. Esa visita al médico se tornó en algo mucho más profundo que un simple chequeo de Lex.

He pasado todos estos días analizando mi vida y no es el hecho de que haya dejado de estudiar biomédica cuando ya me faltaban tan pocos créditos para terminar y comenzar a hacer trámites para lograr entrar a la Escuela de Medicina. Esos estudios los dejé libre y voluntariamente aunque es inevitable pensar el qué hubiera sido de mí si no me hubiera metido al ejército. ¿Quién sería? De seguro ya también estuviera como aquel ex-compañero usando "scrubs" y paseando en los pasillos de algún hospital. 


Cuando interrumpí los estudios en el 2006, lo hice porque sabía que de continuar me convertiría en alguien que ya no quería ser. Cambié mucho durante el gran paréntesis que hice en mi vida para meterme al ejército. Recuerdo los últimos días que pasé acostada encerrada en un cuarto, en silencio total, esperando el día que me dieran mi pasaje para regresar a Puerto Rico. Días eternos aquellos. Escribí mucho y entre tantas notas, hice planes de lo que quería que fuera mi vida. "Quiero una vida lo más ordinaria posible. Un trabajo ordinario, en una ciudad ordinaria. Quiero ser madre y dedicarme a mi familia." 

Cumplí ese plan al pie de la letra. Hoy día soy madre, vivo una vida totalmente ordinaria, con un trabajo ordinario en una ciudad totalmente ordinaria. Por mucho tiempo no quise cuestionar mi vida, después de todo esto precisamente, era lo que había deseado para mí. ¿Por qué retractarme ahora? 

Ahora, si bien recuerdan mi primer post, les conté sobre mi naturaleza nómada. Ahora que mi hijo ha comenzado la escuela he comenzado a cuestionarme si éste debería pasar por lo mismo que pasé yo. ¿Debería proveerle la oportunidad de criarse como lo hice yo y aprender que en esta vida nada es estable, rodearse de nuevos entornos y cambiar? Porque eso somos, seres cambiantes y no hay mejor manera de conocernos como personas que experimentando. 

A diario me veo diciendo entre bromas, "Cuando yo sea grande..." y 3 de cada 5 veces es algo que de verdad quisiera intentar. Me veo sintiéndome mal. ¿Seré mal agradecida? Tanta gente que a mi edad no ha logrado ni la mitad de lo que he logrado y aquí ando queriendo tirarlo todo y seguir otro camino. Entonces me viene la idea de que no tiene nada de malo querer intentar otras cosas. Lo verdaderamente malo sería que quisiera encasillarme en una sola cosa y por esto, dejar de experimentar todas las posibilidades que me ofrece la vida. 

Mientras tenga la voluntad de ser, la frase "Cuando yo sea grande..." tendrá validez porque la grandeza a la que me he estado refiriendo va más allá de la física o la que se obtiene con el pasar de los años. La grandeza que quiero alcanzar es la de sentirme realizada como persona y esto sólo podría obtenerla a través de la suma de mis experiencias como madre, mujer, profesional. Pienso nutrirme de cada nueva oportunidad que se me presente. Es por eso que como meta me he propuesto agarrar mis maletas, coger a mi araguato y buscar un nuevo horizonte. El nuevo plan es vivir una vida extraordinaria

Recordando a Consuelo y hablando de Amour

Hace unos días me vino a la mente la película 'Amour' del director Michael Haneke. Este filme estuvo en mi lista de filmes más esperados del año pasado y cuando fue nominado al Oscar, finalmente ganando el premio a 'Mejor Filme Extranjero', mis ansias por verla crecían cada vez más. El caso es que al igual que con la mayoría de los filmes que me interesan, me había abstenido de buscar leer reseñas o despedazar el filme buscando imágenes, noticias, trailers. Aunque debo decir que vi el trailer antes de ver el filme y el trailer no chotea nada importante, es uno de esos trailers que hacen su trabajo de presentar el filme despertando curiosidad pero sin echar nada a perder.

Vi 'Amour' a principios del 2013. Fui sola a Fine Arts de Miramar y me alegra más que nunca el haber ido sola a ver esta tanda porque no creo que ningún acompañante hubiera estado preparado para ver lo que iba a pasar allí. No en términos de la película en sí sino en el efecto que causó en mí. Yo tampoco lo estaba. Ni aún habiendo leído la sinopsis pude predecir que esa tarde en Fine Arts sería una de las tardes más chocantes de mi vida. 

Verán, el filme no tan sólo es chocante por su historia y la manera en la que Haneke nos presenta este filme pero hace unos años atrás pasé por una experiencia muy similar y este filme abrió una puerta en la que logró desenterrar sentimientos que ni siquiera yo sabía que llevaba guardados bajo la piel. 

Mamá Juana: Primeras Decepciones

Mi hijo cumple seis años este próximo mes de noviembre y este año comenzó oficialmente la escuela. A pesar de todo el tiempo que ha pasado desde que lo tuve en mis brazos por primera vez, en ocasiones no me acostumbro al hecho de que soy madre. Sobretodo cuando me hace preguntas a las cuales no tengo una respuesta.

Somos casi idénticos, tanto físicamente como en carácter. Ambos nacimos el mes de noviembre, con tan sólo 8 días de diferencia. Pudiera hablarles de lo maravilloso que fue ese periodo de gestación pero sólo les diré que ese, junto con su primer año de vida han quedado en mi memoria como los mejores momentos de mi vida. Ya después de eso comencé a descubrir que la maternidad no era el "piece of cake" que yo pensaba y que cada día se volvería un reto más y más complicado.

Los años de existencia en este mundo y nuestro par de cromosomas número 23 son dos de las diferencias más grandes entre nosotros. Esta última me lleva a cuestionar cómo sería todo si mi pequeño Lex hubiera sido niña. No me imagino haciendo moñitos o combinando trajes y no cambiaría los SuperHero Squads ni los Power Rangers por nada del mundo.

Ayer fui a llevar a Lex a la escuela y como de costumbre, estacioné el carro y lo acompañé hasta la fila del kinder. Había un grupo de 3 o 4 niñas, cuchicheaban y se reían. Ya las había visto anteriormente, son del mismo salón que él. Éste quiso saludarlas y éstas lo miraron con total indiferencia. Su cara valía un millón. Ese chiquitín es sociable, demasiado, diría yo. —"¿Mamá, porqué no me hablan?", me preguntó con un tono tristón. Lo sentí desconcertado y me sentí impotente. Quise hacerle entender de la manera más sencilla y honesta posible: -"Ay papito, las nenas son así. Déjalas, parece que no quieren jugar ahora.", le dije intentando consolarlo. La verdad es que sentí que eras eran las únicas palabras que podía decirle. El episodio me tomó por sorpresa y no me había preparado para esto aún. Aunque aún estaba un poco decepcionado por sentirse fuera de grupo, se despidió de mí. 

De camino al carro jugaba con mis llaves mientras pensaba que este es el comienzo de un largo camino por recorrer. La primera de muchas decepciones. La primera interrogante de tantas que se aproximan. Ojalá y no muchos rechazos que le rompan el corazón pero sé que muchos o pocos, vendrán.

"¿Por qué no me hablan?" recordaba sus palabras. Sabía que era una tontería de niños, mas aun así me hacía pensar en que algún día tendré que decirle lo complicadas que somos las mujeres con nuestras estúpidas costumbres e indecisiones, nuestras señales cruzadas de "no me hables pero insiste y deslúmbrame con tus palabras". Con el tiempo hemos mejorado algo, al menos eso me hace pensar mi corazón ingenuo. Al menos eso he intentado. 

Siempre he pensado que los hombres de esta sociedad, buenos o malos, en su mayoría son producto de una mujer. Una madre, una amiga, una amante. Somos nosotras las que moldeamos y coartamos a estos individuos que llegan a nuestras vidas. Muchos de estos hombres a los que llamamos "cabrones", no siempre fueron así. En el mayor de los casos, estos hombres no tuvieron alguien que les educara, les amara y en el peor de los casos hubo alguien pero a su paso no dejó nada bueno, posiblemente haya sido una mujer. 

En el pasado he sido amante, he sido amiga y aunque he intentado dejar mi huella positiva, sé que también he dejado mal sabores y quizás haya aportado a corromper algún corazón. Ahora, toca la parte más difícil. Debo criar a este hombrecito de manera que sepa que en el mundo habrán mujeres que le amarán como a nadie en este mundo (ya cuenta con una), también le romperán el corazón y con suerte habré hecho algo lo suficientemente bueno como para que éste sea fuerte, lo comprenda con hombría y siga adelante.

Confieso que a veces no sé lo que hago pero algo aseguro: El hombre que criaré será un hombre que sepa amar a una mujer por lo que es, sus virtudes y defectos. Le enseñaré que a las mujeres nunca se les entiende pero que con suerte, encontrará una que valdrá la pena el dolor de cabeza. Aún así es muy temprano para atormentarme pensando en sus mal de amores. Así que mientras, voy preparándome para contestar esas preguntas que te vuelven la lengua un nudo y te dejan completamente loca y sin idea. Por lo pronto, seguiremos jugando a los Power Rangers que por suerte, la lotería genética me ayudó a que pueda seguir escogiendo ser Kimberly.

¿Bien y tú?

Estaba tuiteando y me vino a la mente cuando preguntamos a alguien: "¿Cómo estás?" y resulta que a quien preguntamos tiene siempre una respuesta negativa. Por más educados que nos hayan criado nuestros padres, llega el momento en el que esto comienza a molestar al punto que, se nos quitan las ganas de hacer esta clase de preguntas. 

Lentamente comenzamos a olvidar nuestros modales y nos convertimos en un ogro que al surgir la pregunta -"¿Cómo estás?"- matamos con un simple -"Bien."- y que se chave el -"¿Y tú?"-. He optado por arriesgarme y aparentar ser ese tipo de mujer a la que hemos bautizado como 'bicha', todo con tal de evitar que el otro salga a enumerar un listón de achaques o cualquier otra dolama que termina arrastrándonos con ellos al abismo de la depresión.

Ahora bien, ¿a dónde fue a parar mi sentido de compasión? A veces la otra persona sólo quiere buscar un tema de conversación. Esa no es la mejor manera de llamar a mi atención y hacer que yo muestre interés pero hey, al menos lo está tratando. 

Eso me llevó a pensar: ¿Será que la exagerada posibilidad de comunicarnos nos ha robado la capacidad de llevar una conversación? Estamos saturados de opciones para hablarnos (Facebook, Twitter, Whatsapp, textos) que nos hemos acostumbrado al "small talk" y a la hora de un real encuentro nos limitamos a tener conversaciones de "140 caracteres", imposibilitando el diálogo normal y sacando de la mesa la posibilidad de tirar "smileys" a falta de palabras. Créanme, he intentado tirar guiñaditas a lo loco y no es tan acertado como en una ventana de WhatsApp.

Antes, hablábamos con menos frecuencia pero las conversaciones tenían mucho más sentido, mucho más valor y eran menos superficiales. Anticipábamos una conversación con uno de nuestros allegados sin necesidad de tener que ver un "Last Seen", simplemente esperábamos. 

El tiempo es un factor que ha puesto en riesgo nuestra forma de socializar. Ahora existimos a través de una red social. En mi caso, "socializo" con el mundo exterior mientras hago mil malabares en el trabajo, limpio en casa, cocino, hago de "super mom" o hago cualquier otra cosa pero si me dicen para sentarme a tener una simple conversación siento que muero lentamente cuando tengo que poner en pausa mi vida. Es por eso que cuando realmente logro dar pausa y coincidir con uno de mis seres amados, disfruto. 

De vez en cuando se me da que tengo que dar un viaje de hora y media con una de mis personas favoritas en el mundo y compartimos una que otra conversación que nos hace olvidar nuestros teléfonos, compartir carcajadas y ponernos en el "mood" perfecto para contestar: "Bien, y tú?

Hablemos de Gravity

Como bien saben, la semana pasada acompañé a mis compañeros de QiiBO a la premiere de ‘Gravity’, el más reciente filme del director Alfonso Cuarón (Children of Men). Este filme encabezaba mi lista de los filmes más esperados del 2012 y cuando anunciaron que este se retrasaría hasta mediados del 2013, pegué el grito en el cielo.
“¡Coño! La espera valió la pena.” fueron mis palabras mientras bajaba las escaleras de la sala al terminar de ver esta magnífica cinta. Muy pocas veces se da el que una película que esperas con tantas ansias, te deje con la total satisfacción. En este caso, ‘Gravity’ sobrepasa mis expectativas. Aun con la histeria que hacía denotar a través de mi cuenta de Twitter, guardaba cierto espacio para la desilusión ya que con el tiempo así he aprendido a hacerlo. Si vieron el trailer o han leído sobre ‘Gravity’, saben que es sobre dos astronautas en una misión. Este filme es protagonizado por Sandra Bullock y George Clooney, lo demás son voces a las que tendremos que ponerles el rostro que nuestra imaginación quiera ponerles. Durante la misión que ya casi llegaba a su fin, estos se enfrentan con que sus vidas corren peligro ya que Rusia lanzó un misil destinado a destruir uno de sus propios satélites. Esto creó un efecto en el que la mayoría de los satélites y equipo utilizado por USA y otros países, fueron destruidos y así como un tren, sin control, inevitablemente la nube de escombros se dirigía a ellos. Luego de la tormenta de escombros, estos quedan incomunicados y a la deriva y deberán buscar la manera de regresar a la Tierra.

Nómada Virtual


Pasa que cuando se acostumbra uno a andar del tingo al tango, como me tuvieron mis padres durante mi niñez, uno se acostumbra a coger sus tereques en determinado momento y partir.
Mis padres me criaron prácticamente como si fuese una nómada. Cada año era una nueva casa, una nueva escuela, nuevos compañeros de clase. Tanto así que no llego a los 30 años y puedo decir que el número de años que tengo es menor al de casas en las que he vivido.

Cuando llegó el momento de independizarme y entonces logré establecerme, me topé con que sentía la terrible necesidad de irme. Pero, cuando ya uno es un adulto con una hipoteca en las costillas, resulta un poco más difícil el arte del “maleta & go”.

Con el auge del Internet, vi una nueva forma de escapar sin necesidad de tener que llamar a U-Haul y volver a empezar de cero (aunque muchas  veces, eso es lo que realmente quisiera). Ahora me muevo virtualmente entre redes sociales. Pareciera que sufro un caso severo de “split personality” pero aparentemente estoy saludable (doy fe de esto luego de haberlo consultado con un pana que es psicólogo). Tranquilos.

Alguno de ustedes habrá tenido la dicha (aquí les doy este “DES” por si necesitan añadirlo), de ver las diferentes “personalidades” que soy capaz de proyectar. Quizás hasta les surgen las mismas interrogantes que a mí. ¿Cuál de todas soy realmente? Resulta que soy todas pero ninguna a la vez. Me las vivo una a una.

Perdonen lo malo. Gracias por siempre leer. Aquí vamos.