Pages

Sweet November

Siempre digo que adoro el mes de noviembre. A veces me voy de culetazo que no es porque sea el mes de mi natalicio pero quizás sí, ¿y qué pasa? Puede que sea además porque este mes para mí siempre ha representado mucho. Además de ser el mes en el que llegué a este mundo y conocí a mi madre después de 9 meses de encierro y preguntarme de dónde venía ese dulce eco que me hablaba, también es el mes en el que mi madre nació, mi padre, mi hijo y muchos conocidos y amigos a los cuales le tengo mucho cariño. 

Noviembre es el mes en que culmina una transición que nunca he entendido pero sé que cada año se da. Con el paso del tiempo me he fijado que los primeros meses del año son muy buenos, frescos, casi un "clean slate" -¿será mental?-, llega el verano y es totalmente caótico y cuando comienza a llegar el otoño, me tiro para atrás, asustada pero me tiro para atrás, porque veo como la vida misma va dejando que todo caiga por su propio peso y casi como un acto de magia -ni tanto-, todo se resuelve. Me dejo llevar y llega la claridad mental.

Este pasado mes de noviembre fue todo una experiencia. En octubre 30 me fui del trabajo en el que había estado por los pasados 5 años, con la idea de no volver. Ya para ese viernes tenía un nuevo trabajo, bastante lejos. Me fui a experimentar y no los aburriré con los detalles pero fue interesante. Conocí mucha gente nueva y me sirvió para "ver el mundo" más allá de la oficina en la que había estado encerrada por tanto tiempo ya. Por otras complicaciones que no vienen al caso, decidí regresar a mi antiguo trabajo, no sin antes pedir un tiempo para ayudar al cosmos a "resolver" el caos de mi vida porque esta vez tirarme para atrás no sería suficiente. 

Hoy me reincorporo al trabajo con la mente menos congestionada, nuevos espasmos en la espalda por la mudanza que me acaba de pasar por arriba y la voluntad de seguir luchando para salir adelante porque la vida no para por más vacaciones que se cojan. 

El tiempo que estuve fuera me ayudó para organizar mis ideas, pasar tiempo con los seres que más amo y agradecer porque descubrí que para bien o para mal, he creado una relación laboral que erróneamente catalogaba como dependencia y en realidad va más allá de depender de mi trabajo para sobrevivir y poder pagar las cuentas. Finalmente he entendido que estoy jodida. Esta gente se ha convertido en mi familia y siempre me sentía como una oveja perdida dentro de una empresa a la que se refieren como un "negocio de familia" y yo decía "No, yo no.". Entre gritos de cubanos, malas palabras, risas e insultos que a veces vienen acompañados de objetos de oficina voladores y muchas, muchas cosas que éticamente no están bien, este es mi lugar.

Aprendí que para volver siempre hay que irse y que a pesar de mi naturaleza nómada, está bien el que a veces regrese a donde alguna vez estuve. Sigo teniendo razones para querer irme, no importa el que haya regresado, mis razones para irme no se han disipado. Darme cuenta de que no es el momento para hacerlo, quizás sea madurez o resignación. Esperemos que sea la primera. 

Igual hubo muchos cambios pero noviembre ya se fue y con él mucha de la carga emocional que venía cargando durante la mayor parte del año. Crecer es darme cuenta que los problemas no desaparecen por acto de magia, ni como un favor del cosmos pero sí que darle tiempo al tiempo ayuda en muchos casos.