Pages

Adiós a los veintisiete

El pasado 19 de noviembre celebré mi cumpleaños. Ya son 28. En realidad no lo celebré pero recordé que un día como ese hace mucho tiempo atrás llegué a este mundo. La noche antes, llené la bañera de casa de mi madre. ¿Les conté que ahora tengo bañera? 

De vez en cuando me hago la loca y lleno la bañera para sumergirme así como hacen las estrellas en las películas cuando están agobiadas. Descubrí que dado a la situación económica no es tan fácil porque por el bajo presupuesto sólo puedo darme el lujo de llenar la bañera hasta la mitad y sólo me da para "desagobiarme" a medias. En fin, esa es una de las razones por las que me ofrecí a pagar el "bill" del agua porque si no, me matan. 

Les contaba, la noche antes me sumergí en aquella bañera con agua caliente, todo un acto poético. Analizaba esos pasados 27 años y me aferraba a mis recuerdos como si ya no los fuera a tener más a partir de las 12 de la medianoche. ¡Demasiados recuerdos para un solo baño! Siento que he vivido tanto que si me dijeran que cumplía 48 en vez de 28, les creía. 
 
De repente sólo veía la cantidad de fracasos que he tenido en tan poco tiempo: "Y eso que no has llegado a los 30.", me decía. Entonces recordaba tantas cosas maravillosas que he vivido, lo que tengo y lo que cuenta, la gente que he amado, los que están, los que se han ido y me han dejado con tantas alegrías, los que me dejaron llena de recuerdos pero el alma vacía. Buenos y malos, así han sido esos años. Todos memorables y me ayudan a ser lo que soy y sobretodo a que tenga la certeza de quién deseo ser. Aún sigo formándome y falta tanto. 

Llegó el 19 de noviembre y todo se mantuvo igual, no olvidé mis recuerdos. Fue uno de los días más normales, un martes. La pasé con los seres que más adoro en el mundo y aunque no hubo una gran celebración (que en realidad así lo prefiero), la noche antes, cuando ya me estaba preparando para dormir llegó mi gran amor con un gigantesco cheesecake a cantarme con todo y velita. La cosa más bella. 

Con el tiempo me he dado cuenta que lo que pensaba de niña no es real, pensaba que de grande las celebraciones serían totalmente diferentes, mucho party y demencia total. Ni lo que son celebraciones y las que no, se me dan así. Disfruto más los momentos íntimos con los pocos amigos que tengo, con esos que realmente me desvivo por compartir. Esos con los que ni el tiempo o la distancia logran hacer que olvidemos cuánto nos queremos, los buenos tiempos y los no tan buenos, esos que ahora nos hacen revolcarnos a carcajadas. Con esos con los que cada día que compartimos es una celebración porque aún estamos.

Despedí un año, mi año, por lo que hice varias resoluciones (algunas realistas, otras no tanto) y espero que en un año cuando venga a revisitar esta entrada pueda ver que logré gran parte de ellas.